Darwin Vásconez
Encargado de Becarios
de Cayambe
Este año, en el núcleo,
a finales del mes de julio se gradúan cinco becarios: Joselyn Enríquez, Gisela
Cuamacas, Pamela Obando, Nelson Quiroz y Cecilia Chimborazo. Con todos ellos
hemos compartido buenos momentos a lo largo de los años, a la mayoría los hemos
visto crecer, sobre todo a aquellos que han permanecido más tiempo en la
fundación. Hay quienes ingresaron siendo niñas y ahora son jóvenes, su
semblante ha cambiado así como su forma de ver la vida.
El año de la graduación
para los becarios siempre está cargado de emociones distintas; por una parte, está
la satisfacción de sentir que culminan una etapa importante de su vida, que han
alcanzado una meta y que por ello sus padres se sienten orgullosos; pero –por
otra parte- se encuentra la nostalgia y la incertidumbre, pues saben que ya no
verán cotidianamente a la mayoría de sus amigos y compañeros, y que el futuro
se les presenta con pocas certezas.
La aspiración de todos
los becarios es continuar estudiando en la Universidad o en el algún instituto;
sin embargo, la concreción de este deseo depende –sobe todo- de dos factores,
estos son: la obtención de un cupo para ingresar a la educación superior y el
contar con el apoyo (Económico) de su familia.
La obtención de un cupo
se torna cada vez más difícil, ya que la oferta educativa no crece al mismo ritmo
que la demanda. Es decir, cada año aumenta el número de estudiantes graduados
no así los cupos ofertados. En este mismo contexto, los estudiantes rinden un
examen (Prueba Ser bachiller) para postular por un cupo. El sistema
implementado pretende premiar el mérito, pues quienes obtienen los mejores
puntajes tienen más opciones de ingresar a estudiar la carrera de su interés.
No obstante, dicho sistema es muy difícil que funcione debido a las diferencias
que existe en torno a la calidad educativa entre centros educativos, así como a
las brechas económicas de nuestra sociedad (Hay familias que están en la
posibilidad de matricular a sus hijos en cursos privados de preparación para el
examen y otras que no).
Por lo expuesto, la
mayoría de becarios ve el futuro con mucha preocupación, no saben cómo les irá
en el examen, si la nota que alcancen será suficiente para obtener un cupo, y
tampoco están seguros sobre si sus familias podrán apoyarles teniendo en
consideración que las universidades públicas más cercanas se encuentran en
Ibarra y Quito. Los padres desean que sus hijos continúen estudiando, están
dispuestos a realizar grandes sacrificios por ellos; empero, la buena voluntad
no es suficiente.
Nosotros (Integrantes de SANE – SOJAE) sentimos una
profunda tristeza e impotencia cuando sabemos que alguno de nuestros becarios
–por una o por otra razón- no va a seguir estudiando. Conversamos con ellos
para animarles, para estimularles a que busquen opciones que les permita
combinar estudio y trabajo, o -a su vez- les sugerimos que trabajen un tiempo a
fin de generar un ahorro que luego puedan emplearlo en sus estudios. Pero, en
el fondo, nos queda la sensación de injusticia, de que –independientemente de
los méritos- hay amplios grupos sociales que siguen estando condenados a la
pobreza y la exclusión.
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