La fatal noticia del
fallecimiento de Luis Peña nos golpeó a todos, nos dejó sin palabras, a nuestra
mente sólo venían las imágenes de los momentos compartidos, los recuerdos, y
con ellas esa sensación de dolor, de vacío, de desprotección; ese sentimiento
de tristeza profunda que no se marchará nunca y que sólo se irá aplacando con
el pasar del tiempo.
Luis fue el AMIGO (AMIGO con mayúsculas porque valoraba como pocos ese sentimiento tan popular y tan escaso) con el que siempre podíamos contar, el compañero de trabajo amable y optimista que siempre estaba dispuesto a ayudar (Incluso más allá de sus posibilidades), el maestro –en toda la extensión del término- que enseñaba con las palabras, pero también –y, sobre todo- con sus acciones. En las varias conversaciones que tuvimos la suerte de tener con él (Nunca fueron suficientes, pues siempre había temas que quedaban pendientes), cuando el caso lo ameritaba, solía repetir la sentencia bíblica: “Por sus obras los conoceréis”. Y así es. Por sus palabras y por sus acciones le recordaremos a Luis; durante su vida ayudó a muchas personas por encima de lo que el compromiso profesional lo exigía (Como miembro del equipo de Ayuda en Acción en el área de Educación de la Casa Campesina Cayambe, y luego como Coordinador de la Carrera de Educación Intercultural Bilingüe en la Universidad Politécnica Salesiana – Cayambe), pero su proceder siempre fue discreto, jamás le recordaba a alguien el beneficio concedido ni esperaba reciprocidad por aquello.
En SOJAE Cayambe Luis fue voluntario en un momento muy importante de nuestra organización; a inicios de la década del dos mil; él acompañó a Germán y lo fue presentando en las comunidades. Se desempeñó como coordinador del proyecto: Mantenimiento de infraestructura educativa, y nos apoyó en los proyectos: Huertos Reproductivos y Becarios. Debido a sus múltiples ocupaciones no pudo continuar colaborándonos directamente; sin embargo, indirectamente siempre estuvo vinculado a nosotros, fue un referente, la persona a quien acudíamos en busca de ayuda o de consejo, por eso nunca dejamos de considerarlo uno de los nuestros.
Ahora que Luis no está, que se fue a ese viaje al infinito al que todos estamos llamados, sólo nos queda agradecerle a la vida por permitir que nuestros caminos se encontraran; nuestro mundo será más triste sin él.
Como dice el poeta: “Adiós compañero del alma, compañero”
El consuelo que buscamos ahora –posiblemente- se encuentra en las vivencias compartidas, en las conversaciones que tuvimos, en nuestra memoria, pues: “Existimos mientras alguien nos recuerda”.
A Nancy (Su esposa), Lancelot, Celeste (Sus Hijos) y a toda su familia un abrazo fraterno.
(Darwin Vásconez / SOJAE - Ecuador)
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